“No tiene sentido renunciar a parte de lo que tengo. ¿Qué podría solucionar una sola persona?”. O
“El problema no lo voy a resolver yo. Han de ser los Estados, los gobiernos”. O
“Tendría que crearse una agencia internacional para el desarrollo de esos países”. O
“¿Quién me garantiza que lo que dé no acabará en manos de gobiernos corruptos?”.
Ahora ya no sirve decir eso. No te valen excusas. Porque delante de ti hay dos botones:
El botón rojo: Pulsándolo seguirá todo igual: tú en el lado bueno y ellos en el malo. Tú con tu derroche y ellos con sus carencias.
El botón verde: Pulsarlo implica rebajar tu consumo, reducir tus gastos, prescindir de lo superfluo, de todo lo que –en realidad- te sobra. Compartirlo con ellos, para que al menos no carezcan de lo básico.
Y ahora, llegado el momento, ¿cuál de los botones vas a pulsar?
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