Se introduce al condenado en un túnel interminable, se lo deja entre los rieles de una vía ferroviaria. El condenado sabe bien lo que le espera y se larga a correr. Escapa. No contempla otra alternativa. Pero huir es imposible porque el túnel no tiene fin.
El condenado corre y corre, hasta perder el aliento, incluso hasta perder la vida.
Puede afirmarse, sin embargo, que ningún tren ha circulado nunca por aquellas vías.
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