Lo mismo me pasa con la ropa, con el coche, con…
Con mi casa. Ha de estar impecable, sin faltarle un detalle, aunque ello absorba mi esfuerzo y mi tiempo. El tiempo que echo de menos para lo que en verdad me gusta.
Esas vacaciones, esos días libres en que no me apetece viajar. Y menos aún un viaje largo… Sé que cuando vuelva estaré más cansado y querría quedarme en casa, hacer las pequeñas tareas pendientes: escribir a ese amigo, ordenar cajones, pasear, pensar… Pero me voy de viaje porque todos se van y porque ¿cómo después no contar mi experiencia?, ¿cómo aceptar ser el único que no viajó?
Y así es como, poco a poco, parecer feliz me va impidiendo ser feliz.
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