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domingo, 27 de enero de 2013

ME LA COMERÍA CON LOS OJOS (Pedro Peinado Galisteo)

Cada vez que me cruzo con mi vecina se me van los ojos. Hasta ahora siempre regresaban con el botín, pero esta vez se han fugado tras sus vaqueros ceñidos escaleras arriba y por mucho que ella les atizaba con el periódico enrollado no ha habido manera. Al principio intentó devolvérmelos, pero por lo visto la mirada se les ponía como de perro apaleado y terminó por cogerles lástima. Al fin y al cabo -se excusaba adoptando con disimulo posturas incitadoras- que a una la miren con esa
dedicación resulta tan halagador. Me pidió que se los prestara para un viaje por Europa y yo, ciego de amor, accedí. Cuando volvió, sola y maldiciendo a cierta zorra florentina, traté en vano de consolarla jurándole que yo sólo tendría ojos para ella.

2 comentarios:

  1. Todo artista tiene su cuota de originalidad, de magia personal o de genio creativo. Es siempre una cuota limitada, que antes o después se cubre y extingue. Puede pasar con la primera obra o más tarde, pero llega un momento en que su frescura se completa y termina. En que el depósito se acaba. En que el filón se agota. Después el artista puede repetirse en sus obras, autoimitarse, autocopiarse, volver a decir lo mismo bajo otra aparente envoltura o con otra falsa variante...; pero la originalidad de su voz ya se apagó. No, decididamente no se puede ser gran artista toda la vida.

    (RAFAEL BALDAYA)

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